viernes, 21 de noviembre de 2014

Más allá

"Uno ve la piel y ya cree saber que hay debajo"
y Will no estaba tan equivocado.

Nadie sabe de que campo de tempestades
esta hecha una sonrisa

ni de que escudo está envuelto
un corazón

tampoco de que tormentas
unos ojos.

Nadie lo sabe.

Aun creéis ver un cuerpo perfecto,
ante un engaño visual.
Sin conocer ese baúl doloroso
que aguarda en el fondo.

Apretado con candados
 y cadenas varias,
ante una llave que siempre,
parece imperdible.

Sois vuestros sentidos,
y por pura vagancia
o extremo conformismo
seguis diciendo que la piedra es inerte
mientras os comportais como auténticos muros.

Así que puedo decir
que nadie sabe
el arte metafísico de una mirada,
ni el de una pequeña boca medio curvada.

martes, 11 de noviembre de 2014

Tocados, pero no hundidos

En el precipicio de los sueños
nos empujaron hacia el negro vacío
probando el suelo de la triste realidad.

Cortando brazos de quienes quisieron ayudar a levantarnos
de un suelo que no merece nuestra caída.

Obligándonos a morder un césped
abonado de miedos de sus propias cosechas.
Obcecados sí,
pero no nos olvidamos de levantar la vista
de vez en cuando.
De mirar por el rabillo del ojo.

Que no.

Que nos conocemos todas vuestras jugadas
en este juego del desencanto y avaricia,
vestis de gala para tapar la mierda
que os llega hasta el cuello,
pero que ni la más costosa corbata logra cubrir.

Coleccionais todas esas alas cortadas
y aún tenéis el descaro de enmarcarlas,
de ponerlas a la vista de todos
como si esperaseis todavía
que os demos las gracias.

No hace falta que nos encerréis en verjas,
basta con mirar a los ojos de la gente
para ver
la verdadera cárcel.

Hasta promulgais la paz
declarando guerras.


Pero no,
ya no escribo por mi,

sino por todos aquellos brazos rotos,

aquellos ángeles caídos

y sobre todo

por aquellos que tuvieron el valor de escupir al suelo
mientras mirabais.



sábado, 8 de noviembre de 2014

Prendida

Y he tenido la suerte o desgracia
de caer en una cadena perpetua

colgada de dos manos inquietas
mientras me balanceaban
entre las nieblas de lo dulce

dispuestas a cavar las trincheras necesarias
cuando las guerras del pasado
llamaban a mi puerta

a modo de escudo protector
contra los arañazos del olvido
y las agujas del camino

el verbo hecho en dedos
circulantes por mi espalda,
yo su folio en blanco
él mi Dalí

qué difícil fue desengancharse
cuando era costumbre vivir ahogada.

Porque sí,
porque hay cadenas que atan
pero créeme
   
       hay brazos que mucho más.