sábado, 23 de enero de 2016

Principio de Arquímedes

saltar,
suena bastante bien
y demasiado alto
desde el abismo
donde los únicos ruidos
son ese cúmulo de conciencias
que pretenden ser un poco más objetivas
para decidir con que destruirte
saltar,
como esa hipocondríaca
pelea de llaves
de quién será
el que abra esta vez la puerta
y pase sin manchar
como el deseo de dos ojos
tras la ventanilla
que se te clavan
aún sabiendo
que será la última vez
para volverse a encontrar
o como la incertidumbre
de unos labios
que hablan de otras músicas
que dicen amarte
y solo ansían besar

el dilema de los mares tranquilos
siempre fueron los caudales
de los escandalosos ríos
y su arrastrante corriente
como si supieran a donde van

contra todo pronóstico
de brújulas
perdiendo el norte
me encontré

   y  al invierno
pero
aunque esta barca
se esté medio hundiendo;

ahogarse
otra forma de respirar
sigue siendo

en definitiva,
puedes saltar, como si a nada estuvieras temiendo:
caer, aplastándote con todos los miedos
o flotar, y a la orilla llegar sobreviviendo.

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